Los guionistas de Homeland son como magos tradicionales, de los de baraja de cartas, tapete y camisas arremangadas. De los buenos. Sabes que son expertos en el arte del engaño, sabes que todos sus juegos tienen truco y a veces incluso crees que puedes vérselos, pero al final siempre acaban dejándote con la boca abierta. Y eso es lo que me ha pasado, una vez más, en The Tradition of Hospitality.
- Episodio 5×02: The Tradition of Hospitality
- Fecha de emisión: 11 de octubre
Juntar en Berlín las órdenes clandestinas de Saúl, la pistola de Quinn y la compleja situación de Carrie entre aguas sólo podía suponer una cosa, que es exactamente lo que ha acabado pasando en el episodio, pero que tire la primera piedra el que no haya desorbitado sus ojos al ver cómo se iba formando el apellido Mathison en los papeles del mercenario más eficaz de la CIA. Las piezas estaban ordenadas para que sucediera eso y aún así… ¿qué narices está pasando? ¿Quién ha dado la orden de ejecutar a Carrie? ¿Es cosa de Saul Berenson? ¿Sería capaz Saul de ordenar algo así? ¿Montaría la CIA un operativo en Líbano de tal magnitud, implicando a Hezbollah, sólo para acabar con ella? ¿Por qué no matarla directamente en Berlín? La magia de Homeland.
El gran acierto de The Tradition of Hospitality, y que conecta con algunos acontecimientos de Separation Anxiety, es que construye el clímax final con coherencia y de forma casi inadvertida. Si no, contad los enemigos que “se gana” Carrie hasta que su nombre llega a las manos de Quinn. Empezando por Al-Amin, comandante de Hezbollah en suelo berlinés, que la semana pasada prometió que jamás perdonaría que la CIA matara a su hijo en Beirut. Recordad: Carrie, The Drone Queen. Ahí tenemos al primero.
Ya en suelo libanés, Carrie dirige el peligroso teatrillo de la Fundación Düring, pero antes se pasa por las “oficinas” de Waleed, otro dirigente de Hezbollah, al que paga 40 mil dólares por una hora de protección. Y a Waleed no hace falta colocarlo entre los sospechosos porque de ello se encarga uno de los hombres de Al-Amin, el mismo que le dice a Carrie que el objetivo del ataque no era su jefe, sino ella. Por cierto, qué bien maneja las escenas de tensión esta serie: los nervios de Carrie, la sensación de peligro inminente y la ingenuidad de Otto forman un cóctel maravilloso en territorio hostil.
¿Seguimos contando enemigos de Carrie? Pues vamos con uno que aporta varios candidatos: la CIA. Del episodio de la semana pasada nos traemos a Allison, la jefa de la organización en Berlín, con la que tuvo un tenso cara a cara sobre el papel de la CIA en el viaje a Líbano de la Fundación. Ni a Allison, ni a Saul, ni a Dar Adal, ni a nadie en la CIA se le escapa que Carrie sigue teniendo buenos contactos y es una figura reconocible y respetada en el contexto de la seguridad nacional. Todos ellos saben también, por cierto, que Carrie trabaja en la misma Fundación que Laura Sutton, la periodista más dicharachera de la capital alemana, que está destapando peligrosos secretos de estado.
A Allison no le gusta Carrie. Lo intuímos la semana pasada y ha quedado demostrado cuando su cabeza (de turco) ha volado por los aires por orden de los superiores de Saul Berenson a causa del escándalo del hackeo. O eso dice Saul, que no le cuenta una verdad ni al médico. ¿Habría sido tan poco batallador Saul si el director de la CIA le hubiera exigido la cabeza de Carrie? No. Lo pregunta Allison aunque conoce la respuesta tan bien como nosotros y como el propio Saul, al que también hemos de colocar en la lista de personajes que odian a Carrie. Mister Berenson tardó apenas unos segundos en recordarle que no le apoyó en su carrera hacia la dirección de la CIA, lo que sumado al abandono y fuga a Berlín hacen que no estén, precisamente, en su mejor momento como pareja.
A pesar de ello, ¿sería capaz Saul de ordenar el asesinato de Carrie? Es más, ¿montaría un operativo en Líbano implicando a organizaciones terroristas y al respetado (y altruista) Otto sólo para dar caza a su excompañera? Perdonad mi romanticismo en este juego de máquinas de matar sin sentimientos, pero yo dudo que el mentor de Carrie vaya a pedir jamás su cabeza y, en caso de que lo hiciera, todavía me parece más difícil que provoque un conflicto internacional (imaginad el escándalo de una americana asesinada entre guerrilleros de Hezbollah) teniendo una máquina de ejecución absolutamente infalible en casa: Peter Quinn.
Quinn sigue a lo suyo en Berlín, que es liquidar a operativos del Estado Islámico sin el apoyo de la CIA y sin hacerse demasiadas preguntas. En este caso le ha tocado deshacerse de Fátima, una mujer encargada de reclutar a jóvenes soldados para la causa. Como comentamos la semana pasada, sorprende lo mucho que influye Carrie en la personalidad del agente: lo iba a dejar todo por ella, pero sin ella ha vuelto a ser ese mercenario de sus primeros días. Si alguna vez estuviéramos en una guerra así, todos daríamos un brazo por tener a Quinn en nuestro bando.
Ahora debería enfrentarse a la tarea más complicada de su vida, matar a Carrie, aunque a más de uno le ha sorprendido que ese mensaje haya llegado encriptado a diferencia de los anteriores, que llegaron vía foto. ¿Puede significar que alguien esté mezclándose entre las órdenes de Saul a Quinn? ¿O realmente la serie se lanza a una temporada de batalla entre Carrie y la CIA, con Saul y Quinn persiguiendo a la rubia?
Cierro con un par de apuntes: 1) Otto le debe una a Carrie, y no tengo duda de que se la va a cobrar antes de que acabe la temporada; y 2) el viejo amigo de Carrie en la CIA, Hank, cree que su cargo de jefa de seguridad no es más que una tapadera que se ha montado con Saul y que todavía pertenece a la agencia. Aunque lo valoré, me parecería demasiado similar al inicio de la tercera temporada, cuando los guionistas nos hicieron trampas en la relación Saul-Carrie. Dos veces no lo perdonaremos.
